Dos teorías explicarían este brillo: el deslizamiento de escombros lunares por las paredes del cráter, que dejarían al descubierto nuevo material más brillante, y la presencia de hielo en el suelo del Shackleton. Según Zuber, el hielo podría cubrir una parte del suelo del interior del cráter.
"El análisis de las pendientes y de la aspereza del cráter indica que probablemente las paredes sean brillantes por el material que se desliza hacia abajo por ellas. El suelo por su parte podría contener, posiblemente, hasta un 20% de agua", estimó Zuber, quien no obstante subrayó que su estudio no ha podido demostrar este punto. El interior del Shackleton apenas recibe los rayos directos del Sol y su temperatura es muy baja, características que llamaron la atención de los investigadores ante la posibilidad de poder hallar agua congelada en su parte más profunda.
El equipo de Zuber diseñó un conjunto de mapas que reconstruyen con gran detalle el relieve, las pendientes, la aspereza y la reflectancia de las distintas partes del cráter. El estudio reveló también que el Shackleton, con forma de bol y 21 kilómetros de diámetro, se ha conservado "inusualmente bien" pese a que data de hace más de 3.000 millones de años.
El suelo de su interior, situado a cuatro kilómetros de profundidad, "es muy irregular, con montículos de hasta 200 metros" formados por un material que probablemente fuese transportado hasta la Luna por el meteorito que dio lugar al cráter.
"A veces pensamos en la Luna como un planeta muerto, sin actividad geológica, pero nuestros hallazgos muestran que en el polo sur se produjo un transporte de masa causada por el impacto de meteoritos cercanos", añadió Zuber.
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